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Una acción concreta contra las inundaciones en las llanuras mediterráneas

Una acción concreta contra las inundaciones en las llanuras mediterráneas

Resaltes verticales para reducir la energía de los toboganes de agua

Inundaciones sin velocidad del agua pueden ser molestas, pero nunca dañinas

 

Antonio Ruiz de Elvira
Universidad de Alcalá de Henares

CRÓNICA

Imaginemos un tobogán liso bajo un potente chorro de agua de una manguera. El tobogán es muy largo, y el agua se acelera sin rozamiento bajo el efecto de la gravedad.

Pensemos que hay muchos toboganes lisos que van cada uno de ellos desaguando en otros más anchos e igualmente lisos, que a su vez van convergiendo poco a poco hacia un único tobogán igualmente liso. El resultado en este último es un inmenso flujo de agua a una enorme velocidad.

Teniendo en cuenta que la energía es masa por velocidad al cuadrado, para evitar daños es preciso reducir la energía y por ello lo más importante es disminuir la velocidad del flujo. Un flujo con la misma masa y una velocidad 10 tiene una energía proporcional a 100. Si la velocidad es 20, su energía es proporcional a 400, y si llega a 30 la energía lo es a 900, en unidades arbitrarias.

Importa, por tanto reducir sobre todo la velocidad del flujo.

Imaginemos ahora el mismo tobogán pero de gran anchura, y con resaltes verticales de, digamos 20 cm de altura a todo lo ancho, separados, digamos, un metro unos de otros en la dirección del flujo. El agua se mueve ahora mucho más despacio.

Si, adicionalmente, la manguera solo descarga el agua en un punto, digamos central, del tobogán, el agua se irá repartiendo a todo lo ancho del mismo, formando pequeños embalses. El agua al final del tobogán llega a una zona plana en la que no se acelera, y al estar distribuida en anchura puede anegar esa zona, pero sin corrientes disruptivas de agua.

Las grandes tormentas son dañinas porque son concentradas

Las grandes tormentas son dañinas porque son concentradas, si fueran extensas (100 km, por ejemplo) perderían su peligrosidad. Son el análogo de la manguera descargando agua en un punto del tobogán. A lo largo de los siglos, el suelo cede bajo el agua en ciertos puntos y se forman ramblas que van convergiendo hacia pequeños ríos que convergen hacia ríos más grandes, y aunque ese suelo tiene algo de rozamiento, éste es pequeño. El resultado es que bajo una tormenta o sucesión de tormentas, los cauces finales arrastran grandes masas de agua con velocidades muy elevadas.

Pequeñas láminas verticales para repartir el agua

Si se disponen en las laderas de los montes, a lo ancho de unos cientos de kilómetros, pequeñas (en vertical) láminas de madera resistente, o de hierro, o de duraluminio, separadas bajando por las laderas unos metros entre sí, la descarga de 700 l/m2 sobre un área de unos 10×10 km2 debe repartirse a lo ancho de 100 km, y descender muy despacio, llegando a la llanura casi sin energía y eliminando los daños catastróficos.

El agua así “embalsada” permea el suelo, y recarga los acuíferos que es, al fin y al cabo, lo que interesa para la disponibilidad de agua por el ser humano.

Inundaciones sin velocidad del agua pueden ser molestas, pero nunca dañinas.

Imagen

La idea propuesta es similar a la de proteger a los plantones de árboles que muestra la imagen, de Dreamstime. Los resaltes deberían ser con materiales de mayor resistencia y con tablas de mayor longitud.

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